EL IMPERIALISMO COMO BASE DEL RACISMO
ELVIRA
MEGÍAS – BLOG LA PLAZA
En el siglo XIX,
las potencias económicas de Europa se repartieron el mundo en distintos
procesos coloniales. A mediados del siguiente siglo, se llevó a cabo el proceso
de descolonización, donde gran parte de las colonias restantes se
independizaron de sus respectivas metrópolis; y sobre el papel, no quedaba
aparente sistema de dominación colonial. Sin embargo, el
presente nos demuestra una realidad completamente distinta: el mundo, aunque de
forma más sutil, se sigue moviendo en torno a los intereses de las antiguas
potencias coloniales y, con ello, el racismo sigue presente en nuestros días.
Este racismo es
una herramienta ideológica, cuyo propósito es justificar las mencionadas
acciones de dominación imperialista. Tiene su origen, como hemos mencionado, en
el proceso de colonización mundial: si se considera que un pueblo es inferior,
está justificado invadirlo, expoliar todas sus riquezas y cometer todo tipo de
atrocidades en su territorio. Durante la expansión colonial de
Europa, se racializó a las poblaciones colonizadas, estableciendo una jerarquía
racial con este propósito, es decir, justificar ideológicamente y por completo
su dominación total.
Hoy en día, el
imperialismo sigue existiendo, aunque en una forma modernizada. Algunos autores
lo denominan neocolonialismo, donde el control ha dejado de ser territorial y
ha pasado a ser político, económico y diplomático.
Las naciones que se establecieron como dominantes durante el periodo de
colonización han seguido ejerciendo su control sobre el resto del mundo en
todos los ámbitos, aunque de forma más “encubierta” y sin necesitar en todas
las ocasiones del control territorial o militar. Precisamente, el imperialismo
es un mecanismo del capital para hegemonizar su sistema, y expandirlo
globalmente en beneficio de los países desarrollados. Y con éste, viene de la
mano otra herramienta: el racismo, para justificar esta dominación. Puesto que
el sistema capitalista sigue vigente hoy en día, y por tanto también los
mecanismos del capital ya mencionados, el racismo seguirá existiendo hasta que
se acabe con su raíz, es decir, el capitalismo que lo mantiene.
Así pues, existe una clara relación
entre racismo e imperialismo. Estos conceptos están presentes en nuestra vida
cotidiana, aunque la mayoría de los medios de comunicación, movidos por los
intereses de las clases dominantes, no informen sobre ellos. Por mucho que en
ocasiones no seamos conscientes, son los causantes de los estereotipos y
prejuicios racistas, pero sobre todo de un racismo estructural presente en
todas las esferas de la sociedad actual.
Aunque el
colonialismo se base en el control de otras tierras, las consecuencias
culturales que tiene son muchas: pérdida de identidad de las
poblaciones colonizadas, apropiación cultural, implantación de nuevas conductas
y formas occidentales (destacan el idioma, las costumbres o la indumentaria) y
la explotación de la tierra y de los habitantes, entre otros. Todo lo nombrado
anteriormente puede incluirse y definirse como aculturación, es decir, el
proceso de recepción de otra cultura y de adaptación a ella, lo que conlleva
pérdida de la cultura propia. El neocolonialismo también produce estos cambios,
ya que es otra de las formas que puede tomar el imperialismo. La cultura
hegemónica hoy en día es implantada por Europa y Estados Unidos, así como
también las multinacionales que proveen de la mayoría de servicios o productos
provienen de estas dos zonas, precisamente las que se establecieron como
hegemónicas en la colonización del mundo.
CONTRA LA DOMINACIÓN-Autor: Boaventura De Sousa Santos
La dominación
social, política y cultural siempre es el resultado de una distribución
desigual del poder en cuyos términos quien no tiene poder o tiene menos poder
ver sus expectativas de vida limitadas o destruidas por quien tiene más poder.
Esta limitación o destrucción se manifiesta de diferentes maneras: desde la discriminación
hasta la exclusión, desde la marginación hasta la liquidación
física, psíquica o cultural, desde la demonización hasta la invisibilización.
Todas estas formas pueden reducirse a una sola: la opresión. Cuanto más
desigual es la distribución del poder, mayor es la opresión. Las sociedades con
formas duraderas de poder desigual son sociedades divididas entre opresores y
oprimidos. La contradicción entre estas dos categorías no es lógica, sino más
bien dialéctica, ya que ambas forman parte de la misma unidad contradictoria.
Los factores que
están en la base de la dominación varían de época a época. En la época moderna,
digamos, desde el siglo XVI, los tres factores principales han sido: el
capitalismo, el colonialismo y el patriarcado.
El primero es originario de la modernidad occidental, mientras que los otros
dos existían antes, pero fueron reconfigurados por el capitalismo. La
dominación capitalista se basa en la explotación del trabajo asalariado por
medio de relaciones entre seres humanos formalmente iguales. La dominación
colonial se basa en la relación jerárquica entre grupos humanos por una
razón supuestamente natural, ya sea la raza, la casta, la religión o la etnia. La
dominación patriarcal implica otro tipo de relación de poder, pero
igualmente basada en la inferioridad natural de un sexo o de una orientación
sexual.
Las relaciones entre los tres modos
de dominación han variado a lo largo del tiempo y del espacio, pero el hecho de
que la dominación moderna se asiente en los tres es una constante. Al contrario
de lo que vulgarmente se piensa, la independencia política de las antiguas
colonias europeas no significó el fin del colonialismo, significó la sustitución de un tipo de colonialismo (el
colonialismo de ocupación territorial efectiva por una potencia extranjera) por
otros tipos (colonialismo interno, neocolonialismo, imperialismo, racismo,
xenofobia, etc.).
Vivimos en
sociedades capitalistas, colonialistas y patriarcales. Para tener éxito, la
resistencia contra la dominación moderna tiene que basarse en luchas
simultáneamente anticapitalistas, anticoloniales y antipatriarcales.
Todas las luchas tienen que tener como objetivo los tres factores de
dominación, y no solo uno, aunque las coyunturas puedan aconsejar que incidan
más en un factor que en otro.
El siglo XX fue
de los siglos más violentos de la historia, pero también se caracterizó por
muchas conquistas positivas: desde los derechos sociales y económicos de los
trabajadores hasta la liberación e independencia de las colonias, desde los
movimientos de los derechos colectivos de las poblaciones afrodescendientes en
las Américas y de los pueblos indígenas hasta las luchas de las mujeres contra
la discriminación sexual. Sin embargo, a pesar de los éxitos,
los resultados no son brillantes. En las primeras décadas del siglo XXI
atravesamos incluso un período de reflujo generalizado de muchas de las
conquistas de esas luchas. El capitalismo concentra la riqueza más que nunca y
agrava la desigualdad entre países y dentro de ellos; el racismo, el
neocolonialismo y las guerras imperiales asumen formas particularmente
excluyentes y violentas; el sexismo, a pesar de todos los éxitos de los
movimientos feministas, sigue ejerciendo violencia contra las mujeres con una
persistencia inquebrantable.
ESTRATEGIAS PARA APRENDER A PENSAR / DISEÑE GRÁFICO MAPA CONCEPTUAL EL
IMPERIALISMO NEOCOLONIAL